Como cualquier niño que nace
como cualquier flor que en pleno jardín florece
es así que de todo carece.
Ser desprotegido en busca de cobijo
en busca de cariño, en busca de latidos,
los latidos al compás de la luna que ya asoma
dejémonos llevar y seamos la misma persona.
Recuerdos y memorias que invaden mi mente
y es esa, esa persona tan sonriente,
esa que hacía de mis días cosas sorprendentes.
Recuerdo palabras, gestos, miradas,
te recuerdo a ti abuela, a la persona que yo más amaba,
persona feliz, y sí, es que yo estoy aquí.
Jugábamos al parchís, me hacías vivir
y es que vivías para hacerme reír.
Tan protegida me he sentido yo siempre
como el bebé en el vientre de una madre
como flor que en el capullo aún permanece
tan solo déjame abrazarte fuerte.
Me decían mis tíos, sí tus hijos
cuando te levantes, deja a tu abuela dormir
y es que tú me pedías que eso no fuera así
¿sabías que te ibas a ir? ¿Es por eso que querías permanecer ahí?
Yo tan ciega, manos tapaban mis ojos
y es así que siento ahora no haber podido hacer ciertas cosas.
Un día sin previo aviso
y sin tiempo para despedirme
tu ya no estabas, era demasiado tarde,
y es que el tiempo se paró desde aquella tarde en que tú nos dejaste.
Subí las escaleras del piso,
corriendo al cuarto donde siempre estabas.
¿donde está la abuela? pues nadie contestaba
en apenas segundos oí una voz, "está en el cielo y ya no volverá"...
Sin pensar lo que hacía, las persianas subía y bajaba
pues había perdido algo que yo amaba,
esa primera pérdida que ahora considero dolorosa
como cuchillos clavándose en mi piel desnuda
como manzana envenenada que provoca la desgana.
Cada mañana a la ventana me asomaba
esperando el día en el que volvieras
con esas manos en mi mejilla y esos brazos que me enternecían.
Puedo notar las lágrimas que derraman mis ojos,
siento no haberme podido despedir y que te hayas tenido que ir así,
aunque también te digo que para mí siempre estarás aquí
lo oigo latir, siento tu mano sobre mi pecho
calmando los latidos de este corazón ardiendo, siempre estarás aquí.
Confío que el día en que yo tenga que irme
estés esperándome en ese cielo
con la luz que desprendes por cada lado que pasas,
solo abrázame fuerte y no me sueltes nunca
pues eres tú, quien quiero que espante todas mis penumbras.